Sopla viento de poniente. En mi tierra eso significa que el levantito nos ha dado un respiro y se esta fresquito.
Se nos acaba el verano y las vacaciones, esta semana es una semana canalla porque le empiezo a ver el final a agosto, y como no, el comienzo a septiembre. Y, con mucha pereza, me obligo a reflexionar sobre las obligaciones que, sin excusa que valga, tendré que retomar a uno de septiembre.
Como todos. Toda una vida maldiciendo la vuelta al cole, ¡tiene guasa la cosa! 😉
Y aquí estoy, escribiendo tonterías en vez de poner el temido examen de recuperación de septiembre, que este año, como me ha pasado los últimos tres -con estas movidas de los encuentros no hago los deberes de final de curso- aún no he puesto, y es que suelo desconectar tanto que no me acuerdo ni como me llamo. Eso si, con el primer madrugón me pondré las pilas y ¡a currar!
Pero es que estas vacaciones he desconectado un poco menos, he leído mucho y he reflexionado más.
Y es que a veces, más veces de las a mi me gustaría, me replanteo esto de la docencia como forma de ganarse la vida. Yo, confieso, aterricé de casualidad y por accidente en esta profesión y me quedé porque el tema de las vacaciones me convenció: era una manera estupenda de conciliar la vida de maruja con la vida profesional: la sorpresa vino después, con el trato con los chicos. Sinceramente, el incentivo vacación se convirtió, sin darme cuenta, en vocación: he descubierto que me divierto, me gusta, e incluso, en muchos momentos, la mayoría de los momentos ;), me apasiona enseñar, acompañar, vivir entre mis alumnos.
Toda mi atención, motivación, preparación y tiempo: el aula.
Sorpresa, sorpresa… ¡quién me lo iba a decir a mí!
En toda mi historia profesional, sin embargo, han sido estos últimos cuatros años los que han supuesto un punto de inflexión en mi vida como docente: los últimos cuatro años han sido apasionantes, imprevisibles, emocionantes, deprimentes, agitados y muy, muy cansados. He conocido a muchos profes imprescindibles, he hecho amigos, he dado cursos, montado sitios en internet, he participado en debates, probado herramientas, ganado concursos, impartido talleres, realizado asesorías, viajado y he ayudado a organizar encuentros, certámenes y eventos variopintos.
Por supuesto, también he seguido dando clases, mis clases.
Me lo he pasado, francamente, muy bien: ¡ha sido genial!
Toda mi atención, motivación, preparación y tiempo: la red.
Como decía al principio, en estos días he escuchado y leído a algunos de mis admirados blogfesores en este veranito de poniente: en general noto cierto cansancio en el ambiente. Una frase, dicha por un gran tipo: «estoy cansado de este circo de las TICs» marcaron el comienzo de mis divagaciones.
Debido a mi asignatura -yo soy la profe de informática- no puedo ni debo cansarme de estar en la pista central de este circo. Puedo, y debo, elegir con que «leones» meterme en la jaula, vamos, que debo decidir cuales son las herramientas más útiles para usar en el aula pero no me puedo salir de la pista, mucho menos sentarme entre los espectadores.
También puedo elegir volver a centrar toda mi atención en el aula, en mis chicos: creo que en la red ya hay bastantes anunciadores de herramientas, analizadores de la blogocosa y evangelizadores 2.0. No creo que yo ahí pueda aportar nada más ni mejor.
Y es que echo de menos los chicos, a los alumnos: los echo de menos en los saraos, en los congresos, en los blogs de los profes, en la red… así que este curso he decidido buscarlos y dejarme de movidas «extraescolares«…
No puedo olvidar, y no lo hago, que todavía tengo un montón de compromisos a los que atender: ¡aghhhh, necesito un cursillo acelerado para decir que NO! así, que porfa, si alguien sabe de alguno que me lo diga en los comentarios y si es presencial… mejor.
Llega septiembre, toca volver al aula ¿qué si no?